¿Y si danzáramos hasta que el universo se detenga?

ALL IN JEST
Dirección artística: Christian y François Ben Aïm, Francia
Intérpretes: Christian y 
François Ben Aïm, Johan Bichot, Chiara Corbetta, Andréa Moufounda, Emilio Urbina
Colaboración dramatúrgica: Véronique Sternberg
Asistencia coreográfica: Jessica Fouché
Composición musical: Nicolas Deutsch
Diseño de iluminación: Laurent Patissier
Escenografía: Camille Duchemin
Vestuario: Maud Heintz
PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá (18.10.25)


Por Alex Mariscal


En la actuación o en la puesta en escena suele decirse que hay trazos, estéticas, una serie de teorías o procedimientos que se generan y desarrollan de manera consciente. Pero, para que el artista logre un alto nivel de expresión de su arte cuando ejecuta, lo que lo ha de impulsar debe ser su instinto, su conexión con el momento en el que interpreta. En otras palabras, un acto escénico pleno, genuino, demanda del actor la conciencia de vivir durante toda la escena el momento presente. Esto puede parecer sencillo, aunque, en realidad, con frecuencia no se consigue tan fácilmente.

En muchas ocasiones observamos un acto performativo o mimético donde el intérprete exhibe notables habilidades y destrezas, así como la potencia de su fisicalidad, resultado de su dedicación, disciplina y preparación técnica. Como espectadores nos maravillamos y pensamos qué extraordinaria es la habilidad de este o aquel ejecutante. Tanto es así que aceptamos que ni con años de práctica podríamos igualarlos.

Pero a veces tales actores, por su preocupación de exhibir su virtuosismo, terminan revelando también los elementos o materiales con los que estructuraron su arte. Es decir, nos dejan ver las costuras o uniones de su diseño. Aplica aquí la analogía de que el sombrero del mago tiene un orificio por donde entró el conejo. En la noche del sábado 18 de octubre, en el cierre de PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, esto último no sucede. Por lo contrario, en ALL IN JEST, de Christian y François Ben Aïm, percibimos un andar sin prejuicios, una aventura, una exploración de nuevos caminos. El espectáculo dancístico es un ejemplo de ejecutantes que están en, desde y para el movimiento.

Los intérpretes Christian y François Ben Aïm, Johan Bichot, Chiara Corbetta, Andréa Moufounda y Emilio Urbina mostraron esa naturaleza de vivir en el aquí y ahora a lo largo de toda la escena. Es decir, como ejecutantes, estos bailarines no estaban preocupados por la interpretación de una técnica, ni la clásica, ni la neoclásica, ni la moderna, u otras formas contemporáneas. Y —si es cierto lo que afirma el director norteamericano Francis Hodge, a saber: que un espectáculo es una irrupción del silencio— eso fue lo que hicieron los actores franceses, tratar inútilmente de explicar al público los principios de la técnica de su acto. Pero, si el proceso de una comedia, con personajes virtuosos frente a viciosos, lleva al escarnio, el resultado de la buena intención de esos dos hermanos franceses es la risa.

Por tanto, con su irrupción inicial, ya se percibe la intención humanizante de los directores. Lo planteo en el sentido de Henri Bergson, pues «No hay comicidad fuera de lo humano». Consecuentemente, este espectáculo constituye una mirada de los aciertos y desaciertos de la danza: técnicas diversas, despliegue musical de múltiples estilos, teatro físico, suspense. Una revista de la humanidad danzaria en la que se divertían hasta la médula cada uno de los ejecutantes.

En cuanto a la interpretación, pude ver referencias del clown, del cómico Charles Chaplin; de las rutinas circenses; de la deconstrucción de los modelos dancísticos tradicionales; pero, sobre todo, a unos seres humanos que se mueven al son que les toquen. Unos danzantes incansables que no paran hasta que se agote la música; y a los que, aun en el silencio y el asombro, después de que les destruyen su reproductor de vinilo, los mueve el impulso de su propio cuerpo: los latidos del corazón que repercuten en sus manos y en sus pies, y nos hacen vibrar también a nosotros.

Desde otra perspectiva, esta conexión del actor con la necesidad de existir para crear —la ética del actor que plantea el italiano Luigi Pirandello— es vivir solo para crear a partir de la obra. Para eso se entrena, para eso investiga, para eso baila. Y, entonces, a bailar como quiera, donde quiera y con quien quiera.

Este espectáculo reafirma que, dentro de su campo de creación, el escenario no tiene otra alternativa que dinamizar la humana máquina del movimiento hasta más allá de la música, del tras bastidores; detrás del telón, o entre este y el público. No hay posibilidad de detener la danza, salvo que se detenga el universo.



Ficha técnica ampliada: CFB451 (FRANCIA) | All in Jest - PRISMA

Recorrido iconográfico con fotos de Raphael Salazar




























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