«De las chozas de la vergüenza de la historia me levanto» / Cisne negro

Creadora intérprete: Nelly Mosquera Santana, Panamá
Diseño Sonoro: Nelly Mosquera Santana
Vestuario: Nelly Mosquera Santana
PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá (17.10.25)
Por Salvador Medina Barahona
Bastaron unos 20 minutos para que Nelly Mosquera Santana intentara llevarnos por una travesía emotiva a través de la historia de opresión de la humanidad. ¿Bastaron? ¿Se puede a estas alturas concentrar en un solo cuerpo el peso de una afección de tan larga data y múltiple? Ese parecía ser el reto, aunque luego resultara obvio que no se haría sino desde la intimidad de un círculo subjetivo y, justo por ello, con alcance e impacto universales.
El escenario estaba dispuesto a un costado del pasillo intercambiador de las líneas 1 y 2 del Metro de Panamá, en la Estación de San Miguelito. Con su unipersonal Yes, You! Mosquera Santana sería la encargada de abrir la última de las puestas alternativas de PRISMA-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su edición número 14, la tarde del viernes 17 de octubre de 2025. Dura tarea «romper el hielo» en esa ruta de agitado intercambio muy cerca de la hora pico, y/o lograr imantar a quienes ya estábamos ahí dispuestos a presenciar las dos intervenciones programadas. Aunque la mayor hazaña, qué duda cabe, consistiría en atraer a algunos de quienes iban y venían apresurados con otra opresión en mente: la del tiempo: la urgencia notoria: el destino hacia qué-sé-yo-dónde. Y aquí es donde llegan a cuento las palabras con que la creadora e intérprete justifica su obra: «TÚ, que estás mirando y no haciendo nada. ¡SÍ, TÚ! Yo paso desapercibido, yo y mi dolor, y todos los demás solo están mirando. YO NO TE ESTOY PIDIENDO LÁSTIMA. SINO QUE CONTINÚES SIENDO COMPASIVO». Unas palabras que estaban registradas de antemano en el sitio web del festival, y que en escena nos interpelan progresivamente como el parlamento en movimiento de un diálogo danzario, entre los látigos de la humedad imperante y los destellos sonoros de Inner Hunt, de Murcof; Guatú, de Vicente García; This is not America, de Residente; edición de Naity One, y Fluid, de Yosi Horikaw.
El círculo ritual que protege a la bailarina está dispuesto sobre un linóleo negro en el que resaltan, en continuidad esférica, las hojas blancas tamaño A4 con imágenes que son testimonio y símbolo de la opresión, y de cuyos detalles, salvo que uno que otro curioso se acercara a observarlas, poco se sabe. Unas hojas que, al menos para esta intervención alternativa, parecen estar ahí para infundir fuerza a la intérprete, o hacerle un recorderis del peso de la opresión a través de los siglos. Un peso que ha de haberse acentuado en nuestra época contemporánea y que activa el resorte de la petición de «continuar siendo compasivo» ante el dolor del otro. Si la curiosidad mató al gato, como reza el dicho, este gato y otro mayor que estábamos cubriendo la pieza perdimos de seguro una de nuestras vidas, porque no pudimos evitar después pedir que Nelly nos enviara esas imágenes para espiar un poco más... Y, en efecto, se trata de un legajo que visto en su conjunto estremece, y es historia actuante, ya que no terminan de reproducirse en nuestros días actos nefastos de opresión, individuales y colectivos, unos más públicos que otros, como sucediera otrora.
De modo que la danza de Yes, You! la ejecuta el cuerpo del dolor, un dolor que tiene su memoria en los antepasados, y llega hasta nosotros encarnado en el de esta intérprete desafiante, que dispone de unos recursos físicos y emocionales convincentes, persuasivos, que sugieren estar administrados bajo la premisa de lo que un sabio poeta denominó la emoción dirigida. Los últimos desplazamientos previos al cierre estuvieron aupados por la voz en inglés de la gran poeta estadounidense Maya Angelou, quien comentaba primero y luego recitaba su poema “Still I Rise”: «De un pasado que está arraigado en el dolor / Me levanto. / Soy un océano negro, saltando y ancho, / Manando e hinchándose en la marea. / Dejando atrás noches de terror y miedo me levanto. / En un amanecer que es maravillosamente claro / Me levanto / Trayendo los regalos que mis ancestros dieron [...]».
Bastaron unos 20 minutos para que Nelly Mosquera Santana intentara llevarnos por una travesía emotiva y personal a través de la historia de opresión de la humanidad. ¿Bastaron?
Sí, bastaron. Sí que bastaron.
Cisne negro
Por Joaquim Noguero
¿Les suena? Los principales de hoy no piensan distinto. Replantear las dominaciones que encontramos en el repertorio legado puede resultar muy interesante para la danza contemporánea. Sobre todo cuando en esas relaciones de poder pueden reconocerse muchos colectivos: el trabajador manual, las minorías de clase y de etnia (que no son precisamente las menos), las mujeres y cualquiera que se sitúe un poco al margen del sistema que les expulsa del main stream. No es que haya quien quede fuera del círculo del poder, sino que se le aplasta en el centro con miradas de extrañeza y a golpes de norma. La cultura y las artes, que en todas sus formas y niveles se extienden a todos y a todas, también se ven castigadas como minoritarias por la mirada condenatoria del poder económico y político.
Por suerte la danza siempre nos ha dicho que podemos. El «Yes, you!» de Nelly Mosquera Santana es un «Yes, we can» directo y personalizado, un «tú sola también», con todas nosotras integradas en un femenino genérico que el inglés tiene asimilado de entrada. Ahí se instala la creadora e intérprete del solo. Como mujer y, especialmente, como mujer negra, si vemos las imágenes y las letras con las que se rodea en el espacio escénico que crea en una estación cualquiera, convertida al momento en plaza y ágora para el ritual. Mosquera se empodera particularmente como persona racializada, pero también como individua de una personalidad tal que pide paso y se reclama. La obra empieza con ella de rodillas, antes del encumbramiento que va a protagonizar con la danza. No solo se levantará, sino que se enfrentará altiva a la mirada de todos, coronada por la melena afro de reina poderosa convertida en enseña o bandera.
La técnica que aprisiona sus carnes no es aquí la clásica, pero la pose tampoco es natural. El cuerpo de Mosquera se carga de poder como una especie de transformer articulado. A ratos se nos antoja eléctrico, cual Prometea moderna. Su estar de rodillas no es de esclava, sino de juguete en reposo. Las manos al revés y la forma de araña con la que descompone la figura con juegos de articulación de los brazos y la espalda componen una estructura perfecta, maquinal, que parece explorar todas las posibilidades de desarrollo del cuerpo. Aquí, levantarse es crecer y moverse más y mejor. Ponerse en pie es cargar el cuerpo de energía y convertir su morfología primaria en base morfosintáctica para una danza que nos seduce y conquista. Nelly Mosquera Santana nos representa a muchas y a muchos. Pero sobre todo a una raza y un pueblo, metáfora de cualquiera a la que toque aguantar debajo, cargada de razones para pedir paso y salir del círculo.
Solo al empezar la pieza la sentimos rodeada. En realidad, son nuestros cuerpos los que están encerrados con una pantera negra y no al revés. Va a demostrárnoslo de sobras. A lo largo de la danza se convertirá en star, en una estrella bajo el foco de nuestras miradas, como aquel intérprete que Béjart puso encima de la mesa en el centro del bar del Bolero de Ravel. ¿Quién va a mantenerse indiferente ante el poder de la fiera, erguida, poderosa, retadora? «Tamos aquí / Oye / que estamo aquí, / mérame, tamo aquí», suena This is not America en la voz de Residente, y su grito nos interpela. La danza de Nelly Mosquera Santana es formalmente este grito de Munch cargado de modulaciones y matices, como corresponde al fondo mudo cargado de razones ante el mundo. Mosquera tiene la actitud y la precisión para bailar gritando. Su tensa musculatura carga una montaña de danza.
¿Saben que «robot», el término checo que nació con el uso actual en 1921 en la pieza teatral de Karel Čapek R.U.R. (Robots Universales Rossum), significa originalmente «trabajador manual»? Con esto en la cabeza, durante la obra pensé en el alter ego robótico de María creada por Rotwang, el científico loco de la expresionista Metropolis de Fritz Lang, cuando seducía a los poderosos con sus bailes en los cabarets, igual que en El lago de los cisnes clásico el cisne negro hacía otro tanto ante la corte principesca. Autómatas, una y la otra, trabajadoras en manos de hombres, máquinas perfectas de precisión extrema que se empoderan con la danza, así vimos a Nelly Mosquera Santana. Su pieza podría titularse Cisne negro con igual justicia que Yes, you! Con igual justicia y la misma victoria final.
Recorrido iconográfico con fotos de Raphael Salazar















Comentarios
Publicar un comentario