Fantaseando con los colores que escuchamos
Historia de un punto y una línea | CIE. WA-TÁA (PANAMÁ)
Dirección
Artística/coreogragía: Omaris Mariñas
Compositor y puesta en
escena: Frédéric Filiatre
Espacio escénico y vestuario: Adèle Vanhée
Diseño
y realización de vestuario: Juan Manuel Garro
Intérpretes: Daisy Servigna / Omaris
Mariñas
Dirección técnica e iluminación: Alexander Morales / Jhon León
Por
Alejandro Schoffer Kirmayer
Desde
los ojos de un niño uno puede percibir de manera diferente. Así que
con esa disposición entro al Auditorio PAC de The Internactional
School of Panama para disfrutar de una nueva obra en PRISMA–Festival
Internacional de Danza Contemporánea de Panamá 2025. Los niños se
sientan en las butacas algo alborotados, con esa mirada inocente que
los caracteriza, sin saber realmente con qué se van a encontrar. Y a
la 1:15 p. m. da comienzo La historia
de un punto y una línea, cuando la
coreógrafa y bailarina panameña Omaris Mariñas aparece en escena
junto a su compañera venezolana radicada en Costa Rica Daisy Servigna.
Los colores de las luces y los vestuarios hacen que nos lancemos por un tobogán creativo inspirado en la obra pictórica de Kandinsky. Formas triangulares de color rojo aparecen en el escenario de principio a fin. La sinestesia surge cuando se combinan los colores con círculos y sonidos. ¿Qué emoción puede proponer el color rojo? ¿Y el amarillo? ¿Qué veo yo que tú no ves? Una de las frases más célebres de Kandinsky dice: «El color es un poder que influencia directamente al alma. El color es un teclado, los ojos son un martillo, el alma es una cadena. El artista es la mano que juega, tocando una tecla u otra, para causar vibraciones en el alma». Esta cita me recuerda a una similar de Stephen Nachmanovitch en su libro Free Play. La improvisación en la vida y en el arte cuando nos habla de la mente que juega: «La mente creativa juega con los objetos que ama. El artista plástico juega con el color y el espacio. Los músicos juegan con el sonido. Eros juega con los amantes. Dios juega con el universo. Los niños juegan con todo lo que cae en sus manos». Y así, los niños se agitan en las butacas emocionados y levantan las manos felices.
El jinete
azul, obra muy característica de
Kandinsky, aparece aludido, representado. Con dos aros crean y juegan
con sombras que se metamorfosean en diferentes formas poéticas:
insectos, La abeja Maya,
hormiguitas trabajando constantemente, y hasta unos ojos gigantes. Durante la pieza escuchamos sonidos musicales como de videojuego
o comiquita infantil, gracias al trabajo del compositor Frédéric
Filiatre. Las bailarinas sonríen y me recuerdan a las
nadadoras de nado artístico sincronizado de las olimpiadas.
En cierto momento romperán la cuarta pared y
mostrarán a los niños unas telas. ¿Qué podemos diseñar?,
pregunta Daisy. Escuchamos un idioma inventado, y las dos intérpretes
hacen de torero, o de flor, o de extraños bichos coloridos, o usan
esa tela de bufanda o de falda o de alfombra voladora, como en
Aladín.
Son tantas imágenes que hemos observado, que al terminar la
obra alrededor del setenta por ciento de los niños levanta la mano
para formular preguntas que un adulto no se atrevería a hacer.
Después, me retiro del auditorio, con una sonrisa colorida en la
cara, con el alma llena y el corazón contento, tras el regalo de
tanta creatividad.
Ficha técnica ampliada: CIE. WA-TAA (PANAMÁ) | Historia de un punto y de una línea - PRISMA













.jpg)











Comentarios
Publicar un comentario