Espíritu libre
Por Alejandro Schoffer Kirmayer
«Pequeño
niño nacido de la nada,
el caos del universo se inclina ante tu
presencia.
Mientras navegamos en este espacio
performático,
nuestro verdadero propósito y deseo es crear
colectivamente
un espacio libre de opresión,
de segregación,
colonialismo, racismo, homofobia y transfobia.
Nos solidarizamos
con todos los pueblos oprimidos del mundo,
su lucha es nuestra
lucha,
y todos seremos libres,
de una forma u otra».
Impasse
inicia así, con una voz en off
en inglés. El coreógrafo Mufutau Yusuf nos lanza un mensaje
directo y contundente: un manifiesto, una expresión, una verdad
universal. En escena vemos un bloque de paquetes de bolsas que son
comunes en África Occidental, y son un símbolo de la migración.
Lentamente, este bloque con banderolas de colores empieza a moverse.
Me recuerda a los diablitos rojos
de Colón. Uno de los paquetes quedará en escena de principio a fin.
Atrás, al fondo, una tela blanca que puede representar un mapa o
unas montañas o el hielo.
Tras liberarse del bloque de
bolsas dentro del cual ha activado y ejecutado una danza ritual, el
congolés Lucas Katangila se desplazará y quedará del lado derecho
del escenario, de espaldas al público. Junto a él, tras una
veladura de la luz, veremos aparecer a Mufutau —desnudo, en una
pose que me recuerda a la curva
praxiteliana de la antigua
Grecia—. Podemos observar el contorno detallado de los músculos;
sonidos peculiares y pausados acompañan el movimiento de cada
articulación y se detienen cuando el cuerpo está en pausa. Las
caras de los intérpretes no se revelan hasta que la pieza está más
avanzada. El misterio y la curiosidad se hacen palpables.
En
una entrevista concedida a Dance Art
Journal, cuando le preguntan si es
posible crear un espacio performático libre de opresión, Mufutau
dice: «Quiero
decir… es mi sueño. Como artista, siento una cierta
responsabilidad. Creo que, en términos generales, hemos ido más
allá del intento de crear espacios libres. Los idealizamos en lugar
de hacer que existan». Los intérpretes son atletas y percusionistas
de su propio cuerpo. Se escuchan cantos africanos. Un ritual congo.
Energía que contagia. Los dos corren, varían los ritmos y se
adaptan al entorno y continúan corriendo sin nada que los detenga.
Corren como Forrest Gump. Corren porque representan a la etnia negra
oprimida: son desplazados, golpeados, señalados y zarandeados. Se
alternan sonidos de grúas o maquinaria pesada; pero ellos no se
rinden, solo les queda correr o danzar, porque son formas de
expresión de las que nadie puede despojarlos. Aquí me viene a la
mente los revolucionarios Panteras
negras, que en una de sus famosas
citas decían: «Queremos libertad. Queremos poder para determinar el
destino de nuestra comunidad negra. Queremos pleno empleo para
nuestra gente. Queremos el fin del robo que los capitalistas le están
haciendo a nuestra comunidad negra».
En una conversación con
la bailarina panameña Stephany Lee, me comenta algo que me hace
reflexionar aún más: «La última estrategia del colonialismo es
quitarnos la memoria; porque te pueden quitar la tierra y los
recursos, pero la memoria intangible de los ancestros que te define y
te identifica con tu paisano..., eso se lo lleva cada uno. Ese
orgullo está ahí y no hay ningún capitalismo ni colonialismo que
te lo pueda quitar. Es algo universal. La identidad no se
pierde».
Entonces comprendo que
Impasse es una oda al cuerpo, a
nuestros orígenes. En algunos momentos Mufutau sonríe a la audiencia
y pareciera que él y su cuerpo están un estado de nirvana, como los
poetas malditos cuando decían que llegaban a ese estado escribiendo,
o como el mismo Buda en el estado contemplativo. Sí, ha encontrado
la libertad que estaba buscando, y a mí, espectador de
PRISMA–Festival
Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, me ha conmovido
plenamente.



















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