La caída como renacer



EL ARTE DE CAER
País: Panamá
Dirección coreográfica: Diego Sinniger
Música: Max Ritcher, Clara Rockmore, Pink Floyd
Bailarines: Adrián Morales, Carolina Figueiredo, Ida María Obediente, Jaime Ruíz, Marlyn Attie
Parkour: Manuel García, Andrés García
PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá (11.10.2025)

Por Mar Alzamora Rivera

¿Y si tomar un riesgo nos lleva a nuestro otro yo tras la caída? Charles Bukowski en su poema Roll the Dice lo incita: «Si vas a intentarlo, ve hasta el final. No hay otro sentimiento como ese. Estarás a solas con los dioses y las noches se encenderán con fuego». Moverse es entregarse a la transformación y eso es lo que propone la compañía COCO Danza en El arte de caer, presentada en PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, bajo la dirección del coreógrafo español Diego Sinniger.

El cuerpo de la bailarina Ida María Obediente reposa entre rastros de flores, abandonado en las escaleras del Biomuseo. Tiene un aire a Ophelia de Sir John Everett Millais, una figura que pende entre la muerte y la vida. Pero, aquí, la Ophelia contemporánea no flota; se dobla, se arrastra, respira entre pétalos mojados, como si el suelo mismo le pidiera la vida. Desde la altura, la bailarina Carolina Figueiredo observa. ¿Ha muerto o está a punto de renacer?

En medio de esta imagen desoladora, el piano de Max Richter en su obra Dream 11 / Moth Like Stars acompaña ese tránsito del cuerpo dejado a su suerte, que, poco a poco, despierta con torpeza. Resbala, tropieza, insiste…Resbala, tropieza, insiste. Luego Vocalise de Serguei Rachmaninoff, interpretada por la artista lituana Clara Rockmore en el teremín, rompe el aire. La música parece guiar al cuerpo hacia una nueva luz. La bailarina sube las escaleras lentamente y nosotros detrás, como en una procesión. Cuando llega al vestíbulo, abraza un ramo de rosas y riega sus pétalos con desesperación, gesto de duelo y posible resurrección.

En una esquina, cuatro cuerpos Adrián Morales, Carolina Figueiredo, Marlyn Attie y Jaime Ruiz reposan en un sofá, punto de descanso y reencuentro. La aparente calma se rompe cuando la mujer de las rosas regresa, transformada, con otros ojos. Se empuja con furia hacia el caos, hacia el movimiento tenso que atraviesa a los otros, como si todos pasaran por el ojo de una aguja durante una hecatombe. Los movimientos afilados y desgarradores inundan el espacio. El inicio del Réquiem en re menor de Wolfgang Amadeus Mozart marca el ritmo de la fragilidad de la vida, su tránsito inevitable. En medio de esta intensidad, la resiliencia emerge. Los bailarines juegan con las rosas, se permiten que el equilibrio efímero nazca en sus manos.

Shine On You Crazy Diamond de Pink Floyd ilumina la escena final: la luz regresa a los rostros, el movimiento se vuelve esperanza. Los cuerpos reclaman su espacio. Tras toda caída hay un resplandor posible. Como dice la canción: «¿Recuerdas cuando eras joven? Brillabas como el sol. Ahora hay una mirada en tus ojos como agujeros negros en el cielo. Sigue brillando, crazy diamond». ¡Sigue brillando...!








Recorrido iconográfico con fotos de Raphael Salazar





















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